Los niños de la guerra vuelven a Cambridge
Los vascos que llegaron en 1937 al Reino Unido rindieron ayer homenaje a la ciudad que mejor les acogió AINHOA PAREDES/CAMBRIDGE 23 de mayo de 1937. El buque 'Habana' entra en el puerto de Southampton, en el sur de Inglaterra, procedente de Santurce. A diferencia de otras ocasiones, no sonaron las sirenas que solían anunciar la llegada de un barco, para no asustar a los casi 4.000 niños vascos, de entre seis y catorce años, que iban a bordo, acompañados por 95 profesoras y quince sacerdotes católicos. Aunque la mayoría pensaba que sólo se quedaría tres meses, muchos acabarían echando raíces en el Reino Unido.
Los niños llegaron gracias a las presiones de miles de voluntarios británicos. «El Gobierno hizo oídos sordos a un telegrama que llegó pidiendo ayuda para que se les evacuase por razones humanitarias», cuenta el historiador británico Adrian Bell en su libro 'Only for three months' (Sólo por tres meses). Sin embargo, el bombardeo de Gernika en abril de 1937 causó un gran impacto en el Reino Unido y el primer ministro no pudo decir que no a la entrada de los niños. Siete semanas después de aquel telegrama, los pequeños desembarcaban.
A su llegada, los refugiados fueron instalados en el campo de Stoneham, a pocos kilómetros de Southampton, que fue improvisado en quince días, y más tarde trasladados a distintos puntos del país. El Gobierno vasco insistió en que no se les separase para no perder su identidad, así que se les distribuyó en residencias, formando más de cien colonias.
La de Cambridge fue considerada la más privilegiada. Veintinueve niños del orfanato de Bilbao 'Ayuda Social', cuyos padres habían muerto al comienzo de la guerra, se instalaron en una casa cedida por el Jesus College de la Universidad de Cambridge. Ahora, en su fachada principal cuelga una placa conmemorativa que destaparon ayer un centenar de niños de la guerra, descendientes y voluntarios, entre otros, en señal de agradecimiento a los ciudadanos de Cambridge con el alcalde, Robert Dryden, Bernardo Fernández, de la Embajada de España en Londres, y el Consejero de Relaciones Exteriores del Gobierno Vasco, José María Muñoa, como testigos.
«Mi ángel de la guarda»
Los voluntarios, de todos los estratos e ideologías, se encargaban de que los niños estudiasen por la mañana y dedicaran las tardes a manualidades, pintura o música. Pero su esfuerzo fue más allá: tuvieron que recaudar fondos, ya que el Gobierno negó dinero público para los niños. Cada colonia debía ser responsable de la salud, seguridad y educación de los refugiados vascos.
María Luisa Martínez Olaizollegó con 11 años, con su hermana de 9 de la mano, y aquí se quedó. Está casada con un británico y tiene cuatro hijos. Se ríe cuando recuerda que llegó sin saber ni una palabra de inglés. Ahora, al igual que algunos de sus compañeros de viaje, habla castellano con un ligero acento británico.
Tirso, Javier y José María Martínez Castillo tenían 8, 10 y 11 años respectivamente cuando llegaron al Reino Unido. Aunque iban en el mismo barco que María Luisa, no se conocieron hasta años después. El reencuentro es una de las misiones de la asociación 'Basque children of '37', que preside Manolo Moreno, hijo de Salomé Moreno, una de aquellas niñas que fueron acogidas en Cambridge.
Esta organización, encargada de organizar el homenaje de ayer, se formó hace dos años y medio porque «esta historia aún debe ser contada». La secretaria de la organización, Natalia Benjamín, contó ayer cómo su labor «poco a poco está haciendo mella. Cada día recibo e-mails de personas que se interesan por esta historia. Y se dan situaciones curiosas como cuando contactó con nosotros el hijo de un niño de la guerra que vive en Gales y pensaba que era el único que quedaba en el Reino Unido».
Fernando de La Torre también tiene mucho que agradecer a Cambridge. Hijo del director general de Obras Públicas de la República, Silvenio de la Torre, no llegó al Reino Unido en barco, sino a pie. «La familia Steward, que jugó en gran papel en la colonia, escribió una carta a mis padres diciéndoles que nos acogerían y que por favor creyésemos en su palabra. Fueron mis ángeles de la guarda». Los niños de la guerra de Reino Unido y sus descendientes intentan juntar todas las piezas del puzzle de la que fue la mayor entrada simultánea de refugiados en la historia del Reino Unido y la única formada casi exclusivamente por niños; 3.861, de los que 400, como María Luisa, Tirso, Javier o José María hicieron del Reino Unido su país de adopción.
*Fuente: Correo Digital, 16 de mayo de 2005
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