Crónica de la memoria
• El Instituto Cervantes y el alemán Goethe organizan el simposio 'La cultura de la memoria'
• Moratinos afirma que España está madura para asumir su historia reciente GONZALO CÁCERES
BERLÍN
El sol quemó como nunca este fin de semana en Berlín y los ciudadanos escaparon para zambullirse en los hermosos lagos que rodean la capital. Una minoría, cerca de cien personas, pasó del calor y apretujados asistieron al segundo simposio sobre La cultura de la memoria , organizado por el Instituto Cervantes y el alemán Instituto Goethe.
Prácticamente todos ellos españoles que nacieron después de la muerte de Franco y que expectantes escucharon a señores cincuentones, intelectuales de Alemania y España, hablar sobre la memoria histórica en España, a la luz de dos experiencias traumáticas: la guerra civil española y la dictadura nazi, el holocausto y la segunda guerra mundial.
El cajón de la historia
"España tiene en estos momentos la capacidad y la madurez políticas para empezar a abrir el capí-
tulo de la guerra civil", dijo uno de los invitados de honor, el ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos.
El ministro fue más lejos y dijo que la llegada del nuevo Gobierno socialista permitirá "abrir un poco los cajones de la Historia", y añadió que "España tiene mucho que aprender de Alemania" a la hora de analizar su pasado histórico.
Moratinos miró un tanto desconcertado a su colega alemán, Joschka Fischer, cuando éste afirmó que tras 60 años desde el fin de la segunda guerra mundial, su país aún está atónito: "Todavía no se sabe cómo fue posible que en Alemania se cometieran tan horrendos crímenes y que el país decidiera entregarse a los nazis".
Fischer agregó que "la respuesta no hay que buscarla en el búnker ni en el cerebro de Hitler" e invitó a incentivar la memoria. "Una sociedad sin recuerdo no puede funcionar, y si la gente no quiere recordar, esa vía conduce a la mentira", resaltó. Una tarea que ese país asumió quizás porque los alemanes sabían de una culpa colectiva y para extirparla, entre otras cosas, han pagado caro. Desde los años cincuenta, unos 50 mil millones de euros solo en indemnizaciones a Israel y a las víctimas del Holocausto.
Transición a medias
¿Hay un paralelo directo con los españoles? ¿Estaban en condiciones de asumir la verdad y sus consecuencias en la transición? ¿Fue acertada la decisión de no rescatar la memoria histórica? La mayoría esquivó o justificó el camino seguido.
El historiador Santos Juliá negó que durante la transición se silenciara el pasado, apreciación compartida a medias por el escritor Juan Goytisolo, para quien "hubo una transición política, pero no una transición cultural".
Escarbar en la memoria
¿Vale la pena escarbar en la memoria? La presidenta del Instituto Goethe, Jutta Limbach, está segura de que "el proceso de confrontación con los errores del pasado ayuda a generar nuevas orientaciones; es un deber moral".
El no a la dictadura y a la intolerancia es más importante para el escritor y diplomático español José María Ridao. "Nada garantiza que el conocimiento o desconocimiento de la historia evite cometer las atrocidades del pasado", y rechazó la memoria como militancia política.
El guante lo recibió el profesor de antropología vasco Juan Aranzadi, para quien la historia depende de quién la cuente o la falsifique: "Se dijo que se silenció la memoria durante la transición por miedo a una nueva guerra civil, pero en verdad se hizo por miedo al Ejército, y como se demostró más adelante, la única amenaza de la democracia eran los oficiales franquistas".
El exministro de Cultura de Alemania Michael Naumann no teme esa discusión y cree que "forma parte de un proceso europeo necesario para construir la nueva Europa" y como ejemplo recordó "el silencio francés sobre la persecución de los judíos y las barbaridades de su época colonial".
*Fuente: El Periódico, 30 de mayo de 2005
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