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Un español en el Ejército Rojo


Ángel Guindal, que hoy tiene 88 años, combatió en grupos especiales que saboteaban la retaguardia del ejército nazi

En 1938, el barco en el que traía armas rusas fue obligado a volver a crimea

Gonzalo Aragonés - 22/05/2005
Moscú

Fue Stalin el que permitió que un grupo de valerosos soldados y marinos españoles se enrolasen en el Ejército Rojo para ayudar a salvar a Europa de la locura imperialista de Adolf Hitler.

Este año, 60 después de la victoria contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial, el mundo ha reconocido en una celebración sin precedentes en Moscú que el papel jugado por la URSS en la contienda fue mucho más importante de lo que nos habían contado. Dicen algunos historiadores que más incluso que el desembarco norteamericano en Normandía, acaecido el 6 de junio de 1944.

Parte de ese homenaje le corresponde de manera directa a un español, Ángel Guindal Corral, veterano de la Guerra Civil española que llegó a ser capitán en el ejército de la URSS. “No nos dejaban ir como voluntarios a la guerra porque éramos extranjeros”, explica a La Vanguardia don Ángel, de 88 años, todo él cargadito de las medallas con las que el Gobierno soviético le reconoció su participación heroica en la Gran Guerra Patriótica, como aquí se conoce la contienda. “Escribimos a Stalin, diciéndole que para nosotros era un honor y un deber participar en la guerra”.

Debido a su experiencia anterior, Guindal pasó a formar parte de los comandos especiales. “Ibamos en grupos de ocho o diez, y a veces nos lanzaban en parasihut (paracaídas)”, explica añadiendo palabras rusas que se han quedado ya en su vocabulario.

Don Ángel no quiere entrar en los detalles de esas operaciones. “Claro que lo importante era hacer el mayor daño posible al enemigo. A veces eran operaciones de reconocimiento, y otras diversiones, como la voladura de un puente”. Los soldados españoles, además, se enfrentaban a la barrera del idioma. “Hablábamos muy mal el ruso, por eso en el grupo siempre íbamos con soldados de aquí, por si caíamos en un pueblo y los vecinos nos confundían con alemanes”. Su papel en la guerra era de las más peligrosas. “Teníamos que atravesar el frente –explica haciendo una barrera imaginaria con la mano sobre la mesa– bien por el aire, pero la mayoría de las veces por tierra, por los agujeros que deja la línea entre los ejércitos, y cargados con 30 kilos de armamentos y explosivos. Siempre había pérdidas; del grupo volvíamos entre tres y cinco compañeros, pero nunca dejábamos a los heridos, porque eso era condenarlos a muerte”, señala.

Ángel Guindal Corral, el hombretón nacido en Barakaldo, Vizcaya, que llegó a la Unión Soviética en su juventud, es ahora uno más de la pequeña comunidad de españoles que vivió primero en la Unión Soviética y ahora, en Rusia, un poco olvidado de las autoridades españolas. “Algunos niños de la guerra volvieron –él no lo era–, pero para nosotros Franco tenía las fronteras cerradas”.

En 1949 regresaron a España 20.266 de los 32.037 niños que fueron en-viados a la URSS al inicio de la guerra. “Cuando llegó la amnistía, en 1971, para mí era tarde”.

Como los que se quedaron, Guindal formó aquí su familia. “Hace 10 años se me murió la mujer. Mi hijo también, y mi hija está en América. Me dice que me vaya allí, pero...”. A don Ángel, que vive en la ciudad de Podolsk, a 30 kilómetros de Moscú, le queda aquí un hijo adoptivo y el nieto, “un buen chaval”.

El Centro Español, situado en un cuarto piso del centro de Moscú alquilado por el Ayuntamiento, ha pedido en reiteradas ocasiones a Madrid ayudas para esos españoles que, debido a la historia, han vivido en circunstancias comparativamente peores que el resto de sus conciudadanos.

Esta petición fue atendida el año pasado, cuando el Gobierno concedió a los niños de la guerra la pensión mínima de 6.090 euros anuales. La medida incluye a todos los españoles que llegaron a la URSS a causa de la Guerra Civil antes de que cumplieran 22 años. Don Angel, que comenzó a guerrear de muy joven, llegó a la URSS en 1939, justo en la edad, por lo que no se beneficia de esa ayuda.

Ahora espera que según se acorta la vida puedan alargarse sus ingresos. Desde que se desintegró la Unión Soviética está solicitando a las autoridades españolas que le reconozcan la pensión militar como marino que fue en la Armada antes y durante la Guerra Civil española. En la marina, ahí donde le vemos con su boina de grumete en una foto antigua que nos enseña, llegó a ser cabo apuntador de artillería. “Los grados son distintos en la Marina. En Infantería yo tendría un grado mayor: sargento, y eso ya es un oficial".

El presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, visitó Moscú el pasado 9 de mayo para celebrar con otros jefes de Estado y de Gobierno al Día de la Victoria contra la Alemania de Hitler y rendir homenaje a los 27 millones de soviéticos que perdieron la vida. Rodríguez Zapatero aprovechó para visitar a los españoles que las guerras de hace medio siglo arrinconaron en la URSS. El presidente español recibió el agradecimiento por la atención que ahora les presta el Gobierno, aseguró que España ya tiene preparado el dinero para construir un ascensor en el Centro Español y en referencia a la pensión militar de don Ángel, aseguró que "eso también lo arreglaremos". El apuntador de artillería de Barakaldo entregó al presidente la documentación necesaria sobre su solicitud, porque "ya hablamos de eso en su anterior visita, en diciembre, y no se ha hecho nada en cinco meses. Seguro que los papeles están perdidos en la burocracia de los despachos", asegura resignado. "Pero continuaré pidiéndolo", subraya tozudo con una fuerza y una claridad de ideas admirable a su edad.

Embarcado cuando estalla la guerra
A nuestro héroe le sorprendió la Guerra Civil española cuando navegaba en el destructor Churruca,que en los años 30 patrullaba el Estrecho para vigilar el norte de África. Tras el levantamiento militar, con apenas 20 años, "se nos metió en el barco una mehala de moros que se hizo con el control, ya que nosotros no llevábamos armas".Un levantamiento de los marineros devolvió el buque a la República, pero fue finalmente hundido a la salida del puerto de Cartagena, con el cabo Guindal a bordo.

Luego fue enviado a operaciones especiales. Una de ellas consistía en la liberación del ministro plenipotenciario de España en Marruecos, que tras el levantamiento se refugió en el puerto franco de Tánger. "Estaba todo bloqueado, pero limpiamos al que había que limpiar y le sacamos junto a su hija".

La última misión para la Segunda República tuvo efecto en 1938, a bordo de un carguero que debía llevar a España armas donadas por el Ejército Rojo. "Yo iba en el Cabo San Agustín,uno de los tres barcos implicados en el traslado. Pero los dos primeros fueron hundidos cuando pasaron el estrecho de Dardanelos. Así que a nosotros nos ordenaron volver a Sebastopol", puerto en la península de Crimea, en el mar Negro. "Cuando acabó la guerra nos ofrecieron quedarnos o regresar a España. Yo me quedé. No podía volver porque tenía varias condenas a muerte".

*Fuente : La Vanguardia, 23 de mayo de 2005

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