Juan Ania: «Siempre arrastraron el estigma de ser hijos de rojos»
Un total de 32.037 niños españoles fueron acogidos en la URSS, Inglaterra, Francia y Bélgica durante la guerra
El escultor recordó su propia peripecia y en ella ejemplificó los miles de niños exiliados. «Vivimos el sufrimiento de la guerra en España y luego el hambre y la miseria de la II Guerra Mundial», resumió Moreira. Con esos recuerdos en 1988 comenzó a trabajar en la escultura que ayer se inauguró y con la que el artista espera «que Gijón, Asturias y toda España recuerden a aquellos niños desamparados que no tuvieron el cariño ni el consejo de sus padres».
Juan Ania, promotor de la iniciativa, repasó los datos históricos de la salida de aquellos barcos cargados de niños de los puertos de Gijón, Santurce (Bilbao) y Valencia, un total de 32.037 menores que fueron acogidos en la URSS, Francia, Bélgica e Inglaterra. Decenas de miles de niños que como recordó Ania, aun después de regresar a España, «arrastraron para siempre el estigma de ser hijos de rojos». Aún hoy dos centenares de aquellos exiliados continúan viviendo en alguna de las repúblicas soviéticas.
El viaje desde Gijón a Leningrado no fue fácil: «Hicimos dos intentonas, pero en la primera de ellas el acorazado "Ferrera" nos impidió salir de Gijón, luego en la segunda dijimos que íbamos a Burdeos, pero nos fuimos a otro puerto francés y de allí a Londres, desde donde nos dirigimos a Leningrado», narró Ania.
El representante de la asociación aplaudió que el monumento inaugurado ayer «es el primero de España en recuerdo a los "niños de la guerra"» y avanzó que otras comunidades como el País Vasco ya se han puesto en contacto con ellos para poner en marcha una iniciativa similar.
Tanto la alcaldesa como Laura González mostraron su agradecimiento a los niños que luego lucharon por las libertades durante la II Guerra Mundial. La Consejera recordó además cómo su abuelo desapareció en la contienda española y reconoció que «aunque en la URSS trataron muy bien a los niños españoles, nunca tuvieron el calor y el amor de una familia». La emoción fue tal que uno de los asistentes llegó a desmayarse.
*Fuente: La Nueva España - Gijón, 18 de diciembre de 2005
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