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Pintado hizo las pintadas

Un arquitecto revela, después de 58 años, que es el autor de la inscripción más duradera de la lucha estudiantil

FUE ¡Viva la Universidad libre! ¡Abajo el fascismo! ¡Libertad! Tales eran los textos de las más duraderas pintadas clandestinas inscritas con esos lemas, tras la Guerra Civil, sobre muros, calzadas y postes de tráfico de la Universidad Complutense de Madrid, en el invierno de 1947. Quedaron estampadas por manos, hasta ahora desconocidas, sobre paredes como la del ábside de la Facultad de Filosofía y Letras. Evocaba la proscrita Federación Universitaria Escolar (FUE), una histórica y reivindicativa organización estudiantil.

Lo nuevo de esta microhistoria de la impugnación contra el franquismo es que acaba de conocerse quiénes fueron los autores de aquella primigenia pintada y cómo fue realizada -incluso con cuerdas de escalada- para mantenerla indeleble: las inscribió con brocha Pablo Pintado y Riba, entonces estudiante de Arquitectura y hoy doctor arquitecto e ingeniero, así como Mercedes Vega y Albina Pérez. La acción de Pintado y sus compañeras ha permanecido 58 años en el anonimato hasta que, recientemente, en un coloquio-debate celebrado en el Ateneo de Madrid, al preguntar un asistente a los conferenciantes quién había sido su autor -y ante la perplejidad de los reunidos- Pablo Pintado y Riba reconoció: "Yo fui".

La prolongada duración de aquellos lemas residía en que habían sido inscritos con una tinta muy especial, a base de una solución de nitrato de plata en agua, que poseía la cualidad de desaparecer por la noche y aflorar durante el día. Cuando, alertados por la policía, los servicios municipales acudían de noche a la facultad para borrarla, no hallaban tal inscripción. Ante la confusión policial, la sorna estudiantil fue notable.

Pablo Pintado, hijo de una pareja de docentes -él, líder de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, fusilado, y ella, depurada 10 años tras la Guerra Civil- cuenta hoy, a sus 81 años, que recibió la ayuda de una universitaria de su misma organización clandestina. "Mercedes Vega, compañera de Químicas, fue quien nos brindó la fórmula mágica, ya que el nitrato de plata con la luz del sol se ennegrece, pero pasa inadvertido durante la noche", explica. "También nos acompañó Albina Pérez, de Letras". Pintado recuerda: "La escritura me dejó un cerco negro, también indeleble, sobre los dedos índice y pulgar", dice con una sonrisa. Para eliminarlos, algunos de los vivas a la FUE y a la libertad fueron picados sobre la piedra -inmortalizados, pues- por agentes franquistas.

Según cuenta hoy Luis Rubio Chamorro, también líder de aquella FUE, un estudiante mallorquín de Agronomía, Antonio María Sbert, había sido el primer dirigente de la histórica federación, fundada en 1926 al calor de la impugnación universitaria contra la denominada Ley Callejo, que en su artículo 53 autorizaba a las Universidades de Deusto y El Escorial, regentadas por la Iglesia católica, a expedir titulaciones universitarias. El texto legal indignó al estudiantado y al profesorado laicos del país. Pronto se adhirieron a la FUE los estudiantes con más sensibilidad social y política, desde republicanos y marxistas hasta algunos monárquicos. La cultura deportiva e higienista enraizó en sus filas. Poco a poco, la FUE adoptó un contenido antimonárquico remarcablemente republicano, explica Isabelo Herreros, dirigente de Izquierda Republicana.

La federación estudiantil, señala, protagonizó nuevas protestas; una de las más firmes, tras la expulsión de la Universidad del profesor Luis Jiménez de Asúa, por haber pronunciado una conferencia sobre el control de la natalidad en el campus de Murcia. El dictador-general Miguel Primo de Rivera proscribió la FUE en enero de 1930, pero la federación convocó el 22 del mismo mes una huelga general a la que se unieron sindicatos obreros. Seis días después, Primo de Rivera abandonaba el poder.

La Federación Universitaria Escolar regresó a la arena política con el advenimiento de la República. Sus integrantes participaron muy activamente en medidas alfabetizadoras desde las denominadas Misiones Pedagógicas y la Universidad Popular, que llevó a zonas deprimidas iniciativas como la del grupo teatral de La Barraca.

Muchos de los integrantes y simpatizantes de la FUE combatieron en el bando republicano contra Franco durante la Guerra Civil, entre 1936 y 1939. Los que no cayeron en los frentes o fueron pasados por las armas, como Francisco Pérez Carballo, Juan Peset, Casto Prieto, José Palanco o Salvador Vila, marcharon al exilio. Franco, al fin de la contienda, proscribió de nuevo la federación.

Pese a la persecución de toda oposición al franquismo, la FUE reapareció en el campus madrileño en 1945, y en el invierno de 1947 la Complutense asistió a aquella celebrada inscripción realizada por Pintado y sus compañeras. A los pocos días, 14 de sus dirigentes fueron detenidos, procesados y encarcelados, con penas de doble duración que las demandadas por el fiscal. Entre ellos se hallaban Nicolás Sánchez Albornoz y Manuel Lamana -célebres por su fuga de Cuelgamuros con la ayuda de Pintado y de Rubio- así como Ignacio Faure y los hermanos Carmelo y Arturo Soria.

El 14 de abril de 1947, a los dos días de ingresar en el penal de Alcalá de Henares, dos reclusos acusados de pertenecer a la guerrilla fueron fusilados. Su fusilamiento desencadenó una huelga de hambre pionera entre las de presos del franquismo, con la participación de los presos de la FUE.

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Cárcel, torturas, multas y exilio, el precio de la democracia

R. F. - Madrid

La represión policial y judicial franquista contra los movimientos estudiantiles, entre 1939 y 1975, con comparecencias ante tribunales militares incluidas, nunca fue de más a menos, sino "de más a más", recuerdan algunos de los dirigentes universitarios de oposición que vivieron aquellos acontecimientos, precursores de laboriosos -pero irreversibles- avances hasta la democracia.

Muchos de ellos, como el propio Pablo Pintado, pagaron sus anhelos juveniles de libertad y democracia con condenas de prisión, precedidas muchas veces de torturas, multas o destierros. Todo ello repercutía de manera difícilmente esquivable sobre sus expedientes académicos y, en ocasiones, vieron truncado su horizonte vocacional. Otros partieron hacia el exilio, mientras la actividad que había causado su destierro era entonces legal en casi todos los países europeos vecinos.

El propio Pablo Pintado, tras su caída en manos de la policía, sufrió desdichas sin cuento. Pero él prefiere conversar sobre sus compañeros ya fallecidos: Antonio Lozano, José Antonio Matanzo, Eleuterio López Linares, Ignacio Faure, Gerardo Renart y tantos otros.

Había, sin embargo, organizaciones estimuladas por el franquismo, como el Sindicato Español Universitario, SEU, tristemente célebre por haber albergado en su seno numerosos matones que, invocando a José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, se dedicaban de manera sistemática a hostigar, incluso con pistolas, a los estudiantes de oposición, desde liberales hasta comunistas.

En Pablo Pintado no se precia rencor alguno, pero sufrió un año de cárcel y complicaciones ulteriores, incluso en el ámbito profesional, donde descolló como arquitecto en numerosas edificaciones como el palacio de Congresos del paseo de la Castellana.

*Fuente: El País, 12 de Diciembre de 2005