anagrama
cerrar boton_cerrar

El exilio en primera persona despide los actos de Mujeres Progresistas.

La Nueva España
Ch. NEIRA

María Luisa Fernández y la ex diputada Ludivina García narraron sus experiencias en Francia, Alemania y México

María Luisa Fernández nació en Barcelona en 1939. Con tres semanas ya era extranjera en un país, Francia, que repartió a sus padres por distintos campos de refugiados. Con los años, cuarenta en total, acabó regresando a España cuando muchas de sus compañeras ya habían cedido al sueño de la vuelta a casa frente a la realidad de una vida -familia, hijos y trabajo- enraizada en el exilio.

El testimonio de esta activa socialista en el exilio durante los últimos años del franquismo y el relato de la ex diputada y ex europarlamentaria Ludivina García Arias -su experiencia mexicana- centraron ayer la segunda y última jornada sobre «Exilio y mujer» organizada por Mujeres Progresistas en la sala de conferencias de la Casa Municipal de Cultura.

Historias de renuncias, de miserias, de esfuerzo, de sacrificio, pero también de cierto orgullo e, incluso, agradecimiento. Hasta el punto de que la ex diputada llegó a calificar sus años en México como los de una verdadera privilegiada por el Gobierno de Cárdenas. Eran los años en los que el ahora denostado PRI permitió a los maestros republicanos organizar escuelas en las que «se amaba España, se cantaba el himno de la República y se aprendía Historia mientras en casa nos daban comida española y mi padre me ponía a Albéniz». Ludivina García no lo ha podido olvidar: «Se nos educó en la democracia y la libertad, y aún hoy no puedo escuchar la música de Albéniz sin sentir con una fortísima sensación aquellas escenas familiares».

De aquel desarraigo guarda, sin embargo, la certeza de que a la mujer, aunque instruida, no se le permitió meter mano en la política -«una cosa de hombres, nos decían»- y también de que el exilio no se ha terminado: «Ahí están los hijos y los nietos, y nuestra obligación es transmitir esta idea en España para que los lazos nunca se pierdan».

María Luisa Fernández, que después de Francia ayudó durante dos años a la emigración «económica» española en Alemania, que viajó a México y no regresó a España hasta 1979, apoyó la idea de que «las que se quedaron» nunca lo hicieron del todo. El exilio, en fin, en sus palabras, fue el amor a España, la idea permanente del regreso y siempre las maletas hechas.