El Cervantes de Nueva York recoge la huella y la palabra del exilio español
Rodríguez Zapatero inaugura 'La biblioteca peregrina', con 120 libros, cartas y testimonios
SANDRO POZZI - Nueva York
La ciudad de Nueva York, la experiencia de los españoles que vivieron en esta fascinante urbe y, sobre todo, el exilio jugaron un papel fundamental en la modernidad de España. Eso es lo que muestra la exposición titulada La biblioteca peregrina. Libros del exilio español, que ayer (madrugada de hoy en España) inauguró en el Instituto Cervantes neoyorquino el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Un itinerario que resalta, además, que el exilio también tiene una parte positiva, como recordó Antonio Muñoz Molina, director del Cervantes neoyorquino. "La parte negativa del exilio político es algo muy importante que tiene que ver con nuestra memoria histórica; por eso debemos resaltarla", comenta el director del Instituto Cervantes en Nueva York, Antonio Muñoz Molina, "pero hay más cosas". Muñoz Molina explica que la exposición sobre el exilio busca equilibrar la visión política con una más positiva del fenómeno. "No se trata de resaltar sólo la nota negativa, sino la parte positiva de lo que significa el tránsito hacia un mundo nuevo".
"La exposición quiere rendir homenaje a la gente, a los intelectuales y a los artistas que fuera de España mantuvieron la dignidad y trabajaron duro por nuestra cultura, hacia los que nos sentimos vinculados", afirmó ayer César Antonio Molina, director del Instituto Cervantes, para quien la presencia del presidente Rodríguez Zapatero en la inauguración "es una muestra de que el Gobierno español está vinculado a esta idea". Poetas como Federico García Lorca o Juan Ramón Jiménez llegaron a Nueva York para empaparse de la vida de la ciudad y cultivar su creatividad con la música, el teatro, la poesía y la diversidad de sus gentes. "Lorca vino antes de la guerra a descubrir cosas nuevas y encontró un mundo que le ensanchó su imaginación, una vida mucho más libre", explica Muñoz Molina. "A nosotros nos interesa atestiguar la memoria del exilio político, pero también ese viaje del descubrimiento". Para reflejar todo lo que significa el exilio español, el centro neoyorquino ha diseñado una exposición dividida en cuatro bloques. El núcleo central de la muestra se desarrolla en la Biblioteca Jorge Luis Borges. Pero el itinerario comienza ya en los pasillos, que se han transformado en una especie de libro abierto en el que el visitante puede leer en sus paredes fragmentos de los documentos. Primeras ediciones
La biblioteca peregrina. Libros del exilio español reúne más de 120 documentos sobre las experiencias de los españoles que vivieron en el extranjero después de la Guerra Civil española. Algunas de las obras son primeras ediciones, lo que da todavía más riqueza a la exposición. El primer bloque agrupa, bajo el título Memorias, recuerdos y epistolarios, las autobiografías y las cartas de, entre otros, Jorge Guillén, Pedro Salinas, María Teresa León y Salvador de Madariaga. En la segunda parte, Obras literarias, figuran Rafael Alberti, Ramón J. Sender o Francisco Ayala. El tercer bloque, sobre las Revistas publicadas por españoles en el exilio, reúne ejemplares de Luna, España peregrina, Ibérica o El hijo pródigo. El final está dedicado a los estudios sobre el exilio español. La muestra se complementa con el ciclo de conferencias Bajo el sol: exilios en la cultura española. Unos porque huyen. Otros porque buscan. En ambos casos, este flujo continuo de gente es lo que ha ido dando carácter a Nueva York y esa especificidad de la urbe es la que el Cervantes quiere destacar. Muñoz Molina explica que el objetivo de la exposición es congregar a españoles, latinoamericanos y estadounidenses interesados por la cultura hispana. Por eso se prestó especial atención a las personas invitadas al acto de inauguración, en el que participaron representantes de residentes españoles en Nueva York, de la comunidad sefardí neoyorquina y de la cultura latina, como los profesores universitarios e hispanistas Isaías Lerner, Lía Schawartz o Gonzalo Sobejano. Entre los artistas plásticos invitados estaban Manolo Valdés, Roberto Márquez, Juan Uslé y Francisco Leiro. También había varios veteranos de la Brigada Lincoln. Estaba previsto que después Rodríguez Zapatero presidiera un encuentro abierto al público en el que anoche iban a intervenir el escritor Roberto Ruiz, representante del exilio español en EE UU; el artista mexicano Roberto Márquez, en representación de la comunidad hispánica del arte, y la profesora Daisy Braverman, en nombre de la comunidad sefardí. Para Muñoz Molina, la presencia del presidente español en el centro que él dirige "es una manera de resaltar el valor que las instituciones conceden al Cervantes en todo el mundo". Estaba previsto que Rodríguez Zapatero cerrara su primera visita al Cervantes de Nueva York en el jardín del centro, donde los jóvenes artistas españoles Javier Vier, Federico Muelas, Dante Smirnoff, Marc Larré y Rubén Ramos Balsa exponen sus obras bajo el título En movimiento.
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El gran tapón humano
JOSÉ ANDRÉS ROJO
Al exilio fueron saliendo, gota a gota, los que pudieron a lo largo de toda la guerra, pero fue en febrero de 1939 cuando se produjo la gran desbandada, cuando las tropas franquistas arrinconaban a las republicanas en Cataluña. Azaña cuenta en sus diarios el desbarajuste que entonces se produjo. "Una muchedumbre enloquecida atascó las carreteras y los caminos, se desparramó por los atajos, en busca de la frontera. Paisanos y soldados, mujeres y viejos, funcionarios, jefes y oficiales, diputados y personas particulares, en toda suerte de vehículos: camiones, coches ligeros, carritos tirados por mulas, portando los ajuares más humildes, y hasta piezas de artillería motorizadas, cortaban una inmensa masa a pie, agolpándose todos contra la cadena fronteriza de La Junquera". El que fuera presidente de la República en aquellos días aciagos habla de que "el tapón humano se alargaba 15 kilómetros por la carretera".
Desesperación y pánico, saqueos, y el ruido de fondo de la aviación franquista. Cerca de medio millón de personas salieron por la frontera francesa en aquellos días de febrero. Un poco más adelante saldrían unos cuantos más, cuando ya todo había acabado. Empezaba así el exilio. Los más afortunados encontraron la manera de viajar a México, a Argentina, a Rusia... Otros quedaron en los campos de concentración que se instalaron en las playas de Francia: con el tiempo, algunos de éstos volvieron a España, otros siguieron peleando, esta vez defendiendo a las democracias contra la maquinaria nazi y fascista durante la Segunda Guerra Mundial. Al final fueron unos 200.000 españoles los que quedaron fuera de España al terminar la guerra. De ellos, unos 5.000 intelectuales. El Instituto Cervantes de Nueva York ha recuperado ahora unos cuantos testimonios de aquella historia, la del exilio. Esa historia que empezó con un tapón humano y que quedó después sepultada durante la dictadura. La vieja voz de todos aquellos está, sin embargo, ahí. Llena de vida. Es tiempo de escucharla.
*Fuente : El País, Cultura. 21 de Septiembre de 2004
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