LA
TRAGEDIA DE UN PUEBLO A QUIEN LE OCULTAN SU HISTORIA
Así
vivimos, así, con la ignorancia a la que nos han obligado
aquellos que desde la muerte, el exterminio de las ideas y la represión
brutal impidieron el desarrollo normal del conocimiento. Nadie se
atrevía a hablar, incluso trataron, y en casos lo consiguieron,
de crear un sentimiento de culpabilidad en los que sufrieron las
represalias de la feroz dictadura. Lograron durante décadas
un obligado y ficticio vacío en el cerebro, aplastando cualquier
movimiento de divulgación de lo que se había vivido.
Era
tal la satisfacción y prepotencia que mostraban los llamados
vencedores de su victoria sobre la libertad y la democracia, que
nunca han tenido ni el más mínimo sentimiento de culpabilidad
por los crímenes que tuvieron que efectuar para imponerse
sobre los que pensaban de otra forma.
Ya
eran dueños de las vidas, y lo que había que hacer
era apagar cualquier rescoldo de pensamiento libre que pudiera existir.
Dictaban las normas y obligaban a su antojo lo que tenía
que hacer la colectividad en todos los aspectos. Las doctrinas de
la iglesia católica eran de obligado cumplimiento. Para que
no surgiera ninguna voz de protesta, además de los métodos
represivos más feroces, utilizaron otros medios muy eficaces
para neutralizar el pensamiento: la ocultación de la historia,
el evitar que pudiera haber quien contrastara lo que había
ocurrido, el ocultar las motivaciones que les llevó a enfrentar
a un pueblo, el fomentar el desconocimiento de la represión
que dentro de España solo conocían los que la sufrían
y los ejecutores, viéndose obligados los primeros a no hablar
de ello por las represalias a las que podrían ser objeto.
La
postura del resto de la gente era de no querer saber nada, de auto
convencerse que era necesaria aquella atrocidad en aras a una convivencia
en paz…...Se atrevieron a celebrar con grandes algaradas mediáticas
con satisfacción y “orgullo” los 25 años
de paz: la paz de los cementerios en donde nadie habla, la paz conseguida
a costa de miles de crímenes contra la humanidad, la paz
de la ignorancia de los hechos. Cuando todavía se atreven
a mencionar la concordia, sigue siendo a costa de que sigamos sin
un justo reconocimiento jurídico y moral de las víctimas,
porque el hablar de ello significa remover el pasado.
¿Cómo
se puede vivir sin ver que lo que aplastaron fue la convivencia
democrática que ahora disfrutamos? Ellos, los que se niegan
a hablar del pasado, también viven en democracia. Ellos,
los que se niegan a reconocer los hechos, tienen hijos que piensan
en libertad. Ellos, los que niegan a las actuales y futuras generaciones
el derecho a la verdad, están poniendo en peligro el futuro
por ignorancia del pasado.
El
ocultamiento de una parte de la historia de este país es
de una ignominia inconcebible para cualquier ser que se considere
humano.
El
tratar de no remover el pasado para que no se conozca el de algunos,
sigue diciendo muy poco a favor de la declaración de demócratas
que ahora tratan de hacernos ver que sienten con sinceridad.
Tenemos
la obligación de poner en conocimiento de los que no han
oído hablar de ese pasado oculto, la realidad de los hechos.
Tenemos la obligación de hacerles saber lo que significó
de progreso lo que motivó el golpe de estado que cercenó
vidas e ideas. Tenemos la obligación de modificar los libros
de texto y los tiempos de docencia a todos los niveles de enseñanza
para recuperar la historia. Hay que hablar con valentía y
sin temores de ese pasado para crear un sentimiento de auténtica
valoración y defensa de la libertad y la democracia en todos
los españoles.
Madrid,
03 de noviembre de 2004
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