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REPORTAJE


La emotiva singladura del crucero de la República


'El sueño de una generación' revive el viaje universitario por el Mediterráneo en 1933


JACINTO ANTÓN  -  Barcelona


A una feria en la que destacan las novedades editoriales sobre la España de la época de la Guerra Civil se suma esta historia deliciosa con hechuras de película. Durante 45 días de junio y julio de 1933, la motonave Ciudad de Cádiz recorrió las costas del Mediterráneo cargada con la flor y nata de tres generaciones de profesores y estudiantes de las universidades españolas, en un crucero que era a la vez viaje de estudios y embajada cultural flotante de la Segunda República. Jaume Vicens Vives, Salvador Espriu, Guillermo Díaz Plaja, Blas Taracena, Antonio García Bellido, Antonio Tovar o Isabel García Lorca, hermana del poeta, vivieron esa aventura vital, documentada ahora minuciosamente y con materiales inéditos en el libro El sueño de una generación (Ediciones de la Universidad de Barcelona).

El crucero, que supuso para muchos de los dos centenares de participantes su primera experiencia viajera, un verdadero grand tour colectivo, es una radiografía de la sociedad intelectual de la época y está lleno además de episodios fascinantes, como subrayan los autores del libro, Francisco Gracia y Josep Maria Fullola -nieto del prehistoriador Lluís Pericot, que formó parte del pasaje-. Uno de esos momentos es la ocasión en que en Nápoles, mientras los camisas negras fascistas cantan desde el muelle Giovinezza, los estudiantes y profesores españoles, asomados por la borda, les acallan entonando el Himno de Riego, en una escena que precede en 10 años a la célebre similar en el café de Rick en Casablanca. La juventud de la República provoca que en varios países no dispongan aún del nuevo himno y se salude a la expedición con la Marcha Real, en incidentes que recuerdan, al revés, el de la Copa Davis en Australia en 2003...

El libro, un trabajo monumental que cuenta con documentación inédita, fotografías nunca publicadas y testimonios de los supervivientes recogidos por los autores, explica todos los pormenores del crucero, cuyas metafóricas velas, se subraya, estaban henchidas por el viento de la Institución Libre de Enseñanza. Se recoge desde la polémica política por la iniciativa -los periódicos de derechas acusaron al Gobierno de Azaña de malversación de fondos y elitismo intelectual- hasta los menús de a bordo y el listado exhaustivo de los pasajeros, la extracción social de los cuales cubría un amplio abanico que incluía retoños de ministros e hijos de clase humilde. Los estudiantes provenían de toda España. En buena parte, eran los hijos de la intelectualidad republicana laica y de centro-izquierda, aunque había también señoritos de la derecha. Viajaban viejos maestros del XIX y jóvenes profesores que hacían de puente con la nueva generación.

Las escalas, con las preceptivas recepciones diplomáticas, y las visitas culturales se habían preparado minuciosamente y eran precedidas de cursos y conferencias a bordo. Sorprende, para la época, la ambición y el alcance del programa, que incluía visitas a Túnez, Jerusalén, Esmirna, Rodas o Estambul y a numerosos lugares arqueológicos, incluidas las ruinas de Cnosos o Saqqara. La experiencia, según revelan los diferentes diarios personales del crucero que se han conservado, y de los que El sueño de una generación incluye íntegros tres en su anexo (los de Vicens Vives, Gregorio Marañón Moya y Esmeralda Gijón Zapata -la que sería gran arabista y moriría en Persia en extrañas circunstancias-), fue de enorme impacto para todos, aunque con matices que van desde la felicidad vital hasta el continuo síndrome de Stendhal.

Mientras algunos se extasían con el auriga de Delfos, el trono de Tutankamón en el Museo de El Cairo -Vicens Vives lo va a ver dos veces- o la luz cambiante de la Acrópolis, un grupo de estudiantes escapados accede al lupanar napolitano de Mamma Gina y otro intenta visitar al exiliado Trotski en su refugio del mar de Mármara. Es muy saludada la visita al barco de Miss Turquía.

En el viaje se trenzaron amistades para toda la vida e incluso se produjeron romances, algunos acabados en matrimonio.

El sueño acabó. Y España tomó un rumbo que queda simbolizado por el destino del otrora feliz barco: el Ciudad de Cádiz devino en octubre del 34 en barco prisión y en el 39 fue hundido por un submarino italiano cuando llevaba un cargamento de armas para la moribunda República...

*Fuente :  EL PAÍS  -  Cultura - 10-06-2006