anagrama
cerrar boton_cerrar

ENTREVISTA A KURT SCHRIMM, FISCAL INVESTIGADOR DE LOS DELITOS NAZIS


''Los crímenes de guerra no deben prescribir nunca''

 

Acaban de cumplirse 60 años de los Juicios de Nuremberg. Marcaron un camino que muchos Estados siguieron, dispuestos a extender la persecución y castigo de delitos aberrantes.


Acaban de cumplirse, el 20 de noviembre, 60 años de los Juicios de Nuremberg. ¿Por qué cree que debemos seguir recordándolos?

—Este año se conmemoraron también los 60 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz. Para Alemania, Auschwitz simboliza el mayor genocidio de la historia. La Segunda Guerra Mundial es considerada la mayor catástrofe que sobrevino a la humanidad. Pero, también, permitió liberar a Alemania y a Europa del régimen hitlerista. Mucho antes de que terminara la Segunda Guerra, los aliados ya habían tomado la decisión de castigar a los culpables. Se trató de una decisión política que marcó un hito y anticipó la intención de no dejar impunes los crímenes cometidos por los alemanes y sus partidarios. Los Juicios de Nuremberg (los 12 primeros grandes juicios) fueron sólo el preludio de una serie de procesos. Hacia 1950, sólo los aliados occidentales —es decir, Gran Bretaña, los Estados Unidos y Francia— ya habían condenado al menos a 6.000 hombres más. En la Unión Soviética hubo muchos más. Y desde 1950, Alemania persigue en forma independiente a los criminales que todavía no fueron castigados. En este sentido, los Juicios marcaron un hito, señalaron que la comunidad internacional no estaba dispuesta a tolerar estos crímenes. Se trató además del primer tribunal internacional, un antecedente que llevó a que hoy exista un fuero internacional contra los crímenes de guerra.


¿Por qué, a más de 60 años después de ocurridos los crímenes, el Estado alemán sigue buscando a los culpables?

—En Alemania, al igual que en otros países, existía una prescripción veinteñal para el homicidio. Sin embargo, se reconoció que ese plazo no era suficiente para llevar a juicio todos los crímenes y se elevó la prescripción a 30 años, hasta que más tarde se la derogó por completo. En este sentido, la Fiscalía alemana está obligada a seguir persiguiendo a estos hombres.


¿Debería haber algún plazo de prescripción para cerrar ese capítulo histórico?

—Siempre que haya víctimas sobrevivientes, o sus familiares, se debería continuar con las acciones penales. De esta forma, el Estado alemán les muestra que no le es indiferente lo que sucedió entonces, y que busca aclarar los hechos y castigar a los culpables.


Esta voluntad de castigar mantenida por el Estado alemán durante seis décadas después de la Segunda Guerra, ¿es resultado de una política partidaria o de un fuerte consenso político-social?

—Alemania es una democracia parlamentaria, es decir, que el pueblo gobierna por medio de los partidos electos, y no hay casi ningún partido que no haya pretendido seriamente la derogación de la prescripción. En los grandes partidos democráticos existe consenso en cuanto a dejar las cosas así, como están hoy.


¿Cuál es el interés de la comunidad en estos juicios, en los que ya no se dirime la responsabilidad de grandes jerarcas nazis, sino que en muchos casos se discute la responsabilidad de un funcionario menor?

—Sí, de hecho, los nazis que ocupaban los puestos de mando no eran los más jóvenes en aquel entonces y hoy están muertos. O ya hace mucho tiempo que se los enjuició. Lo que nos queda por sancionar o esclarecer son —y digo esto entre comillas— "los pequeños crímenes". Pero el interés de la población es muy grande y también el de los medios. Me encargo de estos asuntos desde 1982. En todo este tiempo, el interés de los medios nunca fue tan grande como este año, aunque supongo que tiene que ver con la conmemoración del 60º aniversario.


En materia de Justicia, ¿cuáles son las asignaturas pendientes con los crímenes nazis? ¿Qué queda por esclarecer y qué por investigar?

—En este momento, estamos buscando a dos personas a nivel internacional: al doctor Heym, que participó en experimentos como médico de un campo de concentración y que, se cree, reside en España; y a Alois Brunner, segundo de Adolf Eichmann; se cree que reside en Siria. Nosotros nos ocupamos de investigar sistemáticamente las fuentes de información a las que no tuvimos acceso en los últimos 40, 50 años, o sólo accedimos parcialmente. Se trata principalmente de fuentes de información en el antiguo bloque del Este. Recién a partir de 1990, Alemania tiene acceso a esta información, con la que ahora trabajamos de forma sistemática. Actualmente estamos trabajando, por ejemplo, en Italia, en la República Checa, en los Estados Unidos, en Gran Bretaña y también en Argentina.


¿Intervino en alguna causa vinculada a nuestro país?

—Sí, claro, fue mi caso más importante. En 1987, el caso de Josef Schwammberger. Schwammberger fue detenido en Argentina en noviembre de 1987. Tenía que ser extraditado a Alemania, pero esto trajo algunos inconvenientes porque era ciudadano argentino. Argentina le revocó la ciudadanía, pero él apeló, hasta que finalmente se lo pudo extraditar en mayo de 1990. Yo fui quien lo acusó y lo condenó a cadena perpetua por homicidio múltiple. Esto fue en 1992. Schwammberger murió este año en la cárcel.


¿En algún momento sintió compasión; sintió que la persona frente a usted pudo haber cambiado después de 5 o 6 décadas? ¿Qué efecto le ha producido estar frente a responsables de crímenes cometidos durante el nazismo y que han llevado después una vida ordinaria?

—Pienso en el caso de Schwammberger. Vivió 40 años en Argentina, fue un ciudadano honrado, respetuoso de la ley, que no volvió a cometer crímenes. Pero, por otro lado, era responsable de la muerte de cientos de personas. No sólo recibía órdenes, sino que también las daba. Incluso mató a personas por nimiedades sin que mediase ninguna orden. Estoy convencido de que Schwammberger no se arrepintió de ninguno de estos crímenes. Hasta el día de hoy, no sentí compasión por ninguno de los criminales que acusé y condené. Sin embargo, también existen historias de injusticias. Por ejemplo, la de un hombre muy simple que había crecido en Ucrania y al que las Fuerzas Armadas alemanas reclutaron a la fuerza. Debió participar en el fusilamiento en masa de 40.000 judíos. Mató a 500 de ellos, pero sólo recibía órdenes. Por el contrario, durante años perseguí a un jurista responsable de la muerte de 3.000 personas que por razones jurídicas nunca pudo ser condenado, aunque no sólo recibió órdenes, sino que también actuó por decisión propia.


¿Qué lecciones dejó el juicio a Adolf Eichmann, que —como todos sabemos— fue secuestrado de la Argentina y enjuiciado en Jerusalén?

—Que los juicios son de suma importancia. También para que cualquiera que, incluso hoy, pretenda cometer crímenes de guerra, se vea desalentado a hacerlo por el hecho de que la comunidad internacional está dispuesta siempre a llevar a los criminales a los tribunales y a condenarlos. Si bien en un principio fueron muy discutidos en Alemania, porque se hablaba de una pura "justicia del vencedor", hoy podemos decir que los juicios se efectuaron conforme al estado de derecho. En este sentido, sentaron un precedente: la señal de que la comunidad internacional no toleraría más crímenes de esa magnitud.


Eichmann dijo que cumplió órdenes. ¿Es válido ese argumento para evitar la aplicación de una sanción?

—Aquí es necesario hacer una distinción: Eichmann era un civil, no un soldado. Por ende, tuvo siempre la posibilidad de desacatar la orden pidiendo que se lo reasignara. Es más difícil en el caso de un soldado que es parte de las Fuerzas Armadas alemanas; no puede decir sencillamente: ¡me voy a mi casa! Pero el Código de Justicia Militar alemán reconoce y reconocía una disposición según la cual no se deben ejecutar las órdenes criminales. El soldado no debería haber ejecutado las órdenes que reconocía como criminales. Sin embargo, suele argumentarse que se hubiera fusilado a esas personas si no cumplían con las órdenes. Nuestra Oficina analizó todos los casos en los que se presentó un conflicto similar y en ninguno se pudo demostrar que un soldado hubiera sido fusilado por no haber ejecutado una orden criminal.

El compromiso de esclarecer

"Las generaciones de hoy no son responsables de lo sucedido", sostiene Schrimm. "Moralmente, uno no puede hacerse responsable por algo sobre lo que no tuvo ninguna influencia. Pero uno puede declararse solidario, responder por ese hecho, intentar repararlo. Intentamos hacerlo con todas nuestras fuerzas —no de modo unánime, siempre hubo quienes creían que se debía terminar con este asunto de una vez por todas—. Intentamos reparar la situación, en sentido moral y financiero. Considero que podemos hacernos la pregunta sobre la responsabilidad moral con la cabeza en alto. Y parte de esa reparación fue posible gracias a nuestras investigaciones".

"Una vez —recuerda— una testigo, una señora mayor, judía, que vivía en Nueva York y que había perdido a toda su familia en manos de Schwammberger, me lo dijo personalmente: 'Esperé cuarenta años que viniera un representante del Estado alemán y me preguntara qué había pasado en aquel entonces. No me importa si encierran a ese hombre. Sólo me importa que intenten esclarecer lo que sucedió'".

Señas particulares

- Kurt Schrimm

- Alemán, 55 años.

- Formado en administración fiscal, estudió Ciencias Jurídicas.

- Integró el Servicio Judicial de la Fiscalía de Stuttgart.

- Desde 1982 se desempeña en la Autoridad Central de la Administración Federal de Justicia para el esclarecimiento de delitos de violencia cometidos por el nacionalsocialismo.

- Desde hace cinco años dirige dicha Autoridad, contando con un equipo de fiscales, criminalistas e intérpretes.


Traducción: Juan M. Olivieri y Carla Imbrogno.

Fuente: Por Claudio Martyniuk, Clarín.

*Fuente :  radiojai.com.ar, 27 de diciembre de 2005

http://www.radiojai.com.ar/OnLine/notiDetalle.asp?id_Noticia=18070