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Memorias de una mujer republicana

Gadir recupera 'Doble esplendor', el relato autobiográfico de Constancia de la Mora, nieta de Antonio Maura

Angélica Tanarro

TUVO eso que se llama una vida corta pero intensa. Murió a los 44 años, tras haber vivido y participado en los convulsos acontecimientos de las primeras décadas del siglo XX en España. Se situó en el polo opuesto de lo que se esperaba de una mujer de su tiempo y de sus circunstancias. Ahora, la editorial Gadir ha recuperado sus memorias bajo el título de 'Doble esplendor'.

Constancia de la Mora y Maura nació en Madrid en enero de 1906 en el seno de una familia de la alta burguesía. Su abuelo fue Antonio Maura, político conservador y varias veces presidente del Gobierno durante el reinado de Alfonso XIII. La peripecia de esta mujer parte de su inconformismo, 'patología' cuyos primeros síntomas aparecen en su más tierna infancia y se agudizarán a lo largo de toda su vida.

Su no acomodarse al traje que una vida de privilegios había diseñado para ella, le hizo ser defensora de la República en una familia conservadora; trabajadora e independiente, algo que causó escándalo y vergüenza entre sus allegados que gozaban de una desahogada posición económica; feminista, divorciada -el suyo fue sin duda uno de los primeros divorcios efectuados en España tras aprobarse la ley de la República- y adicta a la causa del Partido Comunista.

Convenciones sociales

El relato de su vida, escrito con apasionamiento y autenticidad, desde la defensa sin fisuras de sus posiciones ideológicas y vitales, arranca en su infancia de niña rica en Madrid. 'Mi infancia en la España tradicional (1906-1923)' recoge sus primeros recuerdos. Son los del ambiente de una casa burguesa del centro de la capital de España en la que sus abuelos ocupaban una planta y otra sus padres y hermanos. Los criados, las 'nanis' inglesas, la figura distante y entrañable a la vez del abuelo Maura, las estrictas convenciones sociales, el colegio de monjas para niñas privilegiadas donde Constancia empieza a dar muestras de una incipiente conciencia social (se daba cuenta de que no muy lejos, aunque sí convenientemente separadas, había niñas que ni siquiera estudiaban lo mismo por no haber nacido bien situadas en las escala social), las 'obras de caridad' ante las que se rebelaba... pueblan este capítulo.

Son también los años de sus primeras visitas a La Mata del río Pirón, la finca familiar en la provincia de Segovia que aún conservan sus descendientes; sus paseos en coche de caballos con su hermana Marichu (madre del director de cine Jaime Chávarri); los veraneos en Zarauz y, sobre todo, los años de su estancia en un colegio de Cambridge, experiencia que resultaría definitiva para reafirmar sus deseos de liberarse de las ataduras de la vida convencional a la que estaba destinada.

Fue precisamente su deseo -expresado en sendas cartas a sus padres- de quedarse en Inglaterra a trabajar, tras terminar sus estudios, lo que puso un definitivo final a su aventura inglesa. Sus progenitores, alarmados por las ansias de independencia de su hija mayor, fueron a buscarla para que cumpliera el destino al que estaban abocadas las mujeres de su clase: el matrimonio.

Años oscuros

Así comienza la segunda parte del libro, 'Matrimonio: la meta de la mujer española (1923-1931)'. Tampoco en este capítulo de su vida cumplió los deseos de su familia de haber realizado un casamiento a la altura de su posición social. Su afán por escapar de la vigilancia familiar le hizo precipitarse hacia una unión que estaba fracasada desde su inicio. La llegada al mundo de su hija Luli y el apoyo de algunas amistades, entre ellas la de Zenobia Camprubí, esposa del poeta Juan Ramón Jiménez, en cuya tienda de artesanía en Madrid trabajó durante un tiempo, fueron las únicas notas luminosas de un periodo de su vida más bien triste.

Los dos últimos capítulos del libro son los más políticos de sus memorias. Los acontecimientos que vivió España desde la llegada de la II República hasta el final de la Guerra Civil son mucho más que el telón de fondo de sus vivencias, ya que éstas están estrechamente ligadas a los sucesos de la historia que relata minuciosamente. Son también los que suscitan interpretaciones encontradas por su punto de vista, el de una militante comunista, sobre el papel que jugaron algunas organizaciones de izquierdas en el final de la guerra.

En 'Despertar de España (1931-1936' y 'Es preferible ser viudas de héroes que esposas de cobardes (1936-1939)' asistimos a sus esfuerzos a favor de la tambaleante República y a la denuncia de la miopía de algunos de sus dirigentes que no pudieron o no supieron atajar a tiempo el levantamiento militar que desembocó en la contienda civil y en el advenimiento de la dictadura.

En 1931 Constancia de la Mora había conocido a Ignacio Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviación republicana, también militante comunista, con quien contrajo matrimonio años después. Durante una estancia en Roma traba amistad con Rafael Alberti y María Teresa León. Tras el levantamiento militar de Franco, Constancia se pone al servicio del régimen legal y trabaja primero en la evacuación de niños procedentes de asilos hacia Levante y después como jefe de prensa de la República. Murió en el exilio, atropellada por un coche en Guatemala, en 1950. En su entierro el poeta Pablo Neruda fue el encargado de leer unas palabras en su memoria. *Fuente : 6 de marzo de 2005

*Fuente: Norte de Castilla. es, 6 de marzo de 2005