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"Hay que recordar a los represaliados"

ENTREVISTA: JAUME CLARET Investigador de la represión franquista en las universidades

M. P.  -  Barcelona

Jaume Claret, doctor en Historia, está preparando la publicación de su tesis en la editorial Crítica bajo el título de El atroz desmoche, como Pedro Laín Entralgo definió la devastadora herencia del franquismo en el mundo intelectual y académico.

Pregunta. Dice que la represión contra el profesorado universitario fue una purga cualitativa

Respuesta. Está claro que quienes se llevaron la peor parte y sufrieron mayor carga represiva fueron los campesinos, los obreros o los sindicalistas. Pero los profesores sufrieron una purga cualitativa, porque la educación era uno de los principales ámbitos que desarrolló la II República. Además, con ella entraron en política intelectuales como Juan Negrín, presidente del Gobierno, que era catedrático en Medicina, o Julián Besteiro, presidente de las Cortes, que era catedrático de Derecho. Y, para el fascismo, eso había que borrarlo de la Historia de España.

P. ¿También ha tropezado en las universidades con el problema de "atreverse a saber"?

R. Sí, parece que es un rasgo significativo en toda la sociedad. En algunos centros eran reacios a dejarme documentos, porque consideraban que eso significaría cuestionar a sus antiguos profesores, y, por extensión, a ellos mismos. Las universidades deben recuperar la memoria de sus represaliados y recordarlos.

P. En la represión de la universidad queda documentado el grado de colaboracionismo de muchos compañeros de los represaliados con el nuevo régimen.

R. Sí, el franquismo quería reprimir a los vencidos, acoquinar a los indecisos y cohesionar a los vencedores. De este último punto surge es la idea de que si participas de las prebendas de un régimen, lo defenderás. Y muchos accedieron a cátedras gracias a la delación. Es la conocida frase de "¿quién es masón? El que va por delante en el escalafón": muchísimos ayudantes denunciaron a sus catedráticos para quedarse con su cátedra.

*Fuente : El País. 24 de Enero de 2005