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La libertad traicionada

LUIS ARIAS ARGÜELLES-MERES

El presidente de la República Francesa, Chirac, a propósito de los actos conmemorativos de las matanzas nazis en campos de concentración, acaba de declarar que su país no estuvo a la altura de las circunstancias, que traicionó la esencia de su historia en defensa de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Saludable autocrítica del mandatario francés que nos pone los dientes largos a quienes deseamos ver gestos de dignidad histórica por parte de los principales responsables políticos de este país al que seguimos llamando España.

Sostiene Chirac que Francia es responsable de aquel horror en la medida en que acaso no lucharon lo suficiente para evitarlo. No entra en consideraciones acerca de la etapa oscura de la Francia ocupada por los nazis, donde las traiciones a lo más esencial de esa civilización se produjeron de forma bochornosa. Y no concreta algo que para nosotros sería verdaderamente esencial. Y es que Francia no sólo no evitó el horror nazi. Es que tampoco defendió, como era de esperar, a la República Española cuando estuvo en guerra, ni dispensó a los republicanos españoles el trato que hubieran merecido. Y no lo hizo desde el momento en que miles de republicanos cruzaron la frontera del vecino país. Y a pesar de eso, los republicanos españoles desempeñaron un papel de primer orden en la Resistencia francesa, así como en la liberación de París.

Cada vez estoy más convencido de que los principales pensadores, intelectuales e ideólogos españoles que, en mayor o menor medida, contribuyeron a traer la República vieron en la civilización francesa el principal referente. Sin ir más lejos, hubo quien llamó a Azaña «el último afrancesado», pretendiendo hacer de tal etiqueta un reproche, cuando en realidad es casi seguro que don Manuel lo hubiera tomado como un honor. Y esa civilización francesa vino a ser -mutatis mutandis- una especie de libro de caballerías que, a la hora de la verdad, es decir, de apoyar a la República, sólo tenía una existencia libresca, pues los dirigentes galos de entonces, del Frente Popular para más señas, no hicieron gala de aquello a lo que decían representar históricamente.

Libertad traicionada. Crítica histórica. Nos vendría muy aquí y ahora meditar sobre ello. Porque aquí se sigue queriendo silenciar lo que fue el franquismo. Porque aquí se confunde la memoria con el rencor y el revanchismo. Porque aquí no se les reconoció a los republicanos ni siquiera una mínima parte de sus sufrimientos y de sus luchas.

Vivimos en un país en el que su ministro de Defensa, militante socialista para mayor baldón, pretende una equidistancia vomitiva entre los republicanos españoles que lucharon contra el horror nazi y los que combatieron a favor de ese mismo horror. Vivimos en un país en el que los sectores más conservadores siguen siendo partidarios de que muchos de aquellos que fueron enterrados en fosas comunes tras fusilamientos masivos permanezcan eternamente en el anonimato y sean privados de aquí a la eternidad de una sepultura digna, o de un mero recuerdo por parte de los suyos. Vivimos en un país en el que tras catorce años de Gobierno socialista la memoria de muchos exiliados no quiso ser recordada. Vivimos en un país, a cuyo presidente actual se le atribuye simpatizar con el republicanismo de Petit, pero que defiende con uñas y dientes una Constitución monárquica, y considera que lo más progre es abolir la especie de ley sálica que hay en la Carta Magna, en lugar de apostar por el hecho de que la persona que ocupe la Jefatura del Estado llegue a ella por decisión de sus ciudadanos en las urnas, es decir, por un Estado republicano. Ahora que tanto se habla de una especie de «segunda transición», acaso no estuviese de más plantearse lo que fueron traiciones a una generación que sufrió la represión y el exilio, a veces también interior. Quizá no sobrase que se hiciesen críticas históricas abiertas y honestas que rompiesen de una vez por todas algún que otro tabú.

¿Es de recibo que, en aras de todo esto, no quepa hablar en España de republicanismo, señor Zapatero, en el caso de que, tal y como parece, no tenga cabida en esta Constitución que se elaboró con la premisa de que era intocable una Jefatura del Estado que, por lo demás, había decidido Franco? ¿Es de recibo que el republicanismo no tenga sitio aquí y ahora en la izquierda que teóricamente nos gobierna?

¿Empezaríamos por ahí con la autocrítica?

*Fuente : 2 de Febrero dee 2005