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Una crónica del franquismo turolense

FRANCISCO LAZARO POLO (Profesor de Lengua Castellana y Literatura)

Treinta años después de la muerte de Franco, siguen apareciendo libros en torno a su figura. A obras clásicas, que glosan la figura de este general golpista que rigió los destinos de España, de forma dictatorial, a lo largo de casi cuarenta años, escritas por prestigiosos historiadores como Paul Preston, J. Tusell, S. Payne o Ricardo de la Cierva, por citar sólo algunos ejemplos, se suman otras de aparición reciente. Entre la avalancha de títulos, publicados con ocasión del treinta aniversario de la muerte de Francisco Franco, encontramos: Franco frente a Churchill, de Enrique Moradiellos; Franco y el Holocausto, de Bernd Rother; Las cartas de Franco, de Jesús Palacios; a los que se suman otros libros individuales de investigadores como Blanco Escolá o de prestigiosos equipos entre los que es posible encontrar historiadores de la talla de Juan Pablo Fusi, Malefakis, García Delgado, S. Juliá o el ya citado S. Peyne, responsables todos ellos de cuidados manuales que versan tanto de la personalidad del general como de las estructuras de su régimen.

Asimismo, de Franco y del franquismo también se han ocupado investigadores turolenses, como los profesores Julián Casanova, autor de La Iglesia de Franco; Gaudioso Sánchez Brun, al que debemos Institutiones turolenses en el franquismo y José Manuel López Gómez, autor de La arquitectura oficial en Teruel durante la era franquista. Notable ha sido el quehacer de la revista El Muletón, de Casas, los Martín, T. Losantos y otros ilustres colaboradores que escribieron sobre la guerra civil, en Teruel, y acerca de diferentes aspectos del franquismo turolense.

Numerosos, en lo que se refiere al campo de la literatura, son los libros que utilizan el Teruel de la Guerra Civil como escenario para contar ficciones o transmitir sentimientos. Basta citar ejemplos de creadores como Hemingway, M. Hernández, M. Aub, Malraux, Ildefonso Manuel Gil o Leavitt. No abundan tanto, sin embargo, las obras de autores que utilizan el Teruel de la posguerra, bajo el régimen franquista, como telón de fondo para ambientar historias de amores, desamores, nostalgias o ilusiones. Aún con todo, esto último lo han llevado a cabo, con notoria dignidad y hasta con cierto éxito, autores como Enrique Vila-Matas, Clemente Alonso Crespo, José Giménez Corbatón, Daniel Pelegrín o Javier Guzmán. También Juan Carlos Soriano, un novelista, que ejerce como periodista en Radio Nacional de España, en el ámbito cultural, natural de Royuela y autor de Escrito con luna blanca, una crónica del franquismo turolense, narración que quedó finalista del XXXI Premio Internacional de Novela Corta Ciudad de Barbastro, en el año 2000.

Diez años después de que Casimiro, un joven que habitaba en La Hoyalda, fuese condenado a muerte por un juez, que dictó sentencia a sabiendas de que el imputado era inocente, por no ser el autor del crimen del que lo acusaban, el de la Esperancita, una retrasada mental que, según la gente del lugar, había nacido así porque la engendraron en Cuaresma; dos lustros después del crimen, decimos, Pedro Aranda, un alto cargo del franquismo, emprende un viaje desde Madrid a ese pueblo de la sierra de Albarracín que es La Hoyalda, correlato de Royuela, el pueblo natal de Juan Carlos Soriano. El viaje no es otra cosa que el camino de perfección del protagonista, de un hombre que ha decidido enfrentarse a su pasado. Sus paisanos van a rendirle un homenaje. Es un día frío de febrero, de 1974; falta sólo un año y pico para que Franco muera en la cama. En el trayecto que media entre la capital de España y las serranías turolenses, este hombre de treinta y ocho años que es Pedro Aranda, Secretario General de la Casa Civil de Franco, con un gran futuro político, va rememorando su vida, un proyecto que, en contra de lo que parece a primera vista, no es otra cosa que la historia de un fracaso, la crónica de una insatisfacción que tiene su origen en la actitud cobarde que adoptó este hombre cuando tuvo en su mano la posibilidad de salvar la vida de Casimiro, pero rehuyó el compromiso.

Por eso Pedro Aranda, atormentado a su manera, expía su pecado cada jueves, cuando a eso de las tres y veinte de la tarde, escucha Romance de valentía, una copla de Quintero, León y Quiroga, que es el resumen de su vida fracasada y un excelente pretexto para ajustar cuentas con el pasado. Entre Madrid y La Hoyalda, viajando en su coche oficial, a ritmo de copla interpretada por Concha Piquer, cuya letra habla del coraje necesario ante la vida, Pedro Aranda rememora el amor y la inocencia de la infancia, la religión y el seminario de la adolescencia, el sexo, la locura, la hipocresía, manifestaciones todas de un tiempo anormal que le tocó respirar tanto a él como a los españoles de su época, un tiempo de silencio y represión como fue el de la España franquista, que se debatía en medio de un régimen asentado bajo la sangre derramada de un millón de muertos. Al contemplar los tejados de La Hoyalda, Pedro Aranda ordena a su chófer regresar a Madrid. Había concluido su camino de perfección. De esa España castrada y desorientada, que creció entre coplas, culpas y miedos que impregnaban abanicos, sotanas y sables va Escrito con luna blanca. Juan Carlos Soriano visita hoy Teruel; treinta años después de la muerte de Franco, treinta y uno después de que Pedro Aranda realizase su mítico periplo. El escritor de Royuela hablará a los alumnos del IES Santa Emerenciana de un Romance de valentía, escrito con luna blanca. Una buena manera de ajustar las cuentas y de destruir el manido mito de que cualquier tiempo pasado fue mejor que el que vivimos. Particularmente, el que esto mismo firma se queda con el presente, con la España de Rodríguez Zapatero, a pesar de sus defectos.

Nota de afarIIREP: FRANCISCO LAZARO POLO es exconcejal del PP en el Ayuntamiento de la ciudad de Teruel.

*Fuente: El Diario de Teruel, 2 de diciembre de 2005