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Una mirada a la memoria

Viven el momento con un infinito desamparo. Algunos caminan con su valija en mano, otros saludan y observan desde la ventanilla a la multitud que los recibe rodeando el tren que los transportó de Veracruz a la capital mexicana; otros, en proceso de adaptación a una nueva vida, hacen honores al lábaro patrio de la tierra que los acogió.
Son escenas de la llegada a México de 463 huérfanos de la guerra española, registradas en 1937, por cuatro fotorreporteros de la época: Enrique Díaz Reyna y sus discípulos y socios, Enrique Delgado, Manuel García y Luis Zendejas. En total suman 54 fotografías en blanco y negro, seleccionadas de un acervo compuesto por alrededor de un millón de imágenes, de una de las colecciones más relevantes del Archivo General de la Nación, al que fueron entregados por la Lotería Nacional en 1985. Un fondo insuficientemente conocido fuera de México, el cual, ordenado a manera de exposición, se entregó, en versión digital, a la Subdirección General de Archivos Estatales de España y al Archivo de la Guerra Civil Española. La donación cumplió con el compromiso contraído por el AGN, en la séptima Reunión del Comité Intergubernamental del Programa de Apoyo al Desarrollo de Archivos Iberoamericanos (ADAI), celebrado en Madrid en junio de 2005. Gracias a este programa se obtuvieron recursos para estabilizar los negativos, hacer un retoque digital y una edición de 500 carpetas. De la labor de investigación en torno de este acervo de Los niños de la Guerra se ocupó personalmente Jorge Ruiz Dueñas, director general del AGN. "Para mí era una deuda emocional, dado que fui secretario de León Felipe", comenta. Las imágenes están acompañadas por un texto que recupera testimonios y datos registrados por periódicos de la época, en torno del suceso que significó social y políticamente la decisión del entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas, de recibir a los niños españoles. Texto e imágenes constituyen una narración de la llegada de los pequeños, de entre tres y 14 años de edad. Desde su arribo a los muelles de Veracruz, la tarde del 7 de junio de 1937 en el vapor Mexique ; el desembarco en medio de una fiesta; el traslado del contingente, en tren, a la capital mexicana, y la etapa final: su instalación en la ciudad de Morelia. La crónica muestra a niños que, como consigna Ruiz Dueñas, dejaron una lección de vida. "La gran mayoría sobrevivió a la calamidad de la guerra, se instruyeron y formaron familias. Muchos de ellos se integraron a la sociedad mexicana en los términos en que habían sido acogidos, como hijos de México sin dejar de ser hijos de España". Hoy, 68 años después de tal aventura, don Gabriel Simón Romero, mexicano de un padre español muerto (don Angel Simón Cancela, que perteneció a la Federación Gráfica Española), evoca el hecho con un testimonio personal: "Empecé a tomar conciencia a los seis años de edad, cuando mi padre, todas las mañanas, nos ponía de pie para decir la siguiente salutación: Gracias te damos mi querido don Lázaro, por esta nueva mañana, la casa que habitamos, los alimentos que tomamos y por México, tierra noble y generosa que disfrutamos todos los días. Gracias por tu amor y amistad. "Así, todas las mañanas con un profundo agradecimiento, por una nueva oportunidad de vivir, de guardar y de tener la esperanza, conciliar la amargura, disfrutar el presente y soñar con el futuro."

*Fuente:  El Universal, domingo 09 de octubre de 2005

http://estadis.eluniversal.com.mx/cultura/45230.html


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