anagrama
cerrar boton_cerrar

Un delirio pagado con sangre

El complejo se levantó con el trabajo forzoso de 20.000 peones

X. B.

La megalomanía, es decir, los delirios de grandeza, son tan inherentes a los dictadores como los muertos que cargan sobre sus espaldas. No hay ningún otro monumento en el mundo occidental que una ambas vertientes como el Valle de los Caídos, un gigantesco complejo excavado en la peña de Cuelgamuros, cerca de El Escorial (Madrid), en cuya construcción murieron muchos de los 20.000 peones (en su mayoría presos republicanos) allí destinados a trabajos forzosos.

Una cruz de 150 metros de altura sobre la peña, de otros 150 metros, preside el complejo, que entre otros usos, es un monumental osario donde reposan más de 40.000 muertos de los dos bandos de la guerra civil. Las cifras, sin embargo, parecen estar lejos del 50%. Según datos de Patrimonio Nacional de 1983, 35.000 de los fallecidos son del bando nacional .

"Protección divina"

El primero de abril de 1940, en el primer aniversario del fin de la guerra civil, se promulgó un decreto para levantar "el templo grandioso de nuestros muertos, en que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria" . El manido discurso, frecuentemente utilizado por la propaganda franquista, de que el complejo era un símbolo de reconciliación nacional, se viene abajo ya desde el principio. Aún más, en el discurso de inauguración, Franco señaló la necesidad de invocar "la protección divina" para "nuestros caídos en la Cruzada" , una guerra que permitió a España "encontrarse con ella misma" .

Las obras duraron 18 años, hasta su inauguración en 1959. El coste económico se cifra en mil millones de pesetas de la época, en plena penuria de la posguerra. El costo mayor, sin embargo, se produjo en vidas humanas. Decenas de prisioneros republicanos murieron bien en la misma obra, bien a consecuencia de la silicosis contraída en la cantera. En los años 40, cuando las sentencias de muerte se firmaban por millares, no fueron pocos los encarcelados que pidieron ir al "campo de concentración", como lo calificó uno de los represaliados.

A partir de 1958, y hasta 1981, fueron llegando los restos de los muertos de la guerra. Los primeros en llegar fueron los del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, fusilado el 20 de noviembre de 1936 por los republicanos. Los cuerpos del bando republicano procedían, en muchos casos, de fosas comunes donde se enterraron a los paseados (fusilados) en las primeras semanas de la sublevación. Muchos de sus familiares no sólo ignoran en qué fosa yacen sino que desconocen que se encuentran a escasos metros del ataúd de Franco.

*Fuente : El Periódico, 27 de marzo de 2005